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En primera persona (relatos de dignidad)

Somos una sociedad mediatizada. La comunicación de masas, en sus distintas variantes, nos condiciona como ciudadanos, nos piensa y, en el mejor de los casos, nos hace pensar. Nos marca la cancha, la moja, y en ese barro la clase dirigente y los medios juegan su partido. Y nosotros, los ciudadanos, usualmente miramos ese partido desde un televisor, a kilómetros de distancia. Pues ahora parece que algunos de nosotros tenemos la intensión de dejar nuestros sillones, y meternos en la tribuna, embarrarnos también, ser el duodécimo jugador del equipo. Con esto no estoy descubriendo la pólvora: sigo a diario los blogs nac&pop, donde cuestiones de este calibre se han discutido profusamente, enhorabuena.

Soy un conurbano nato, inquieto y curioso por naturaleza. Entenderlo me llevó tiempo, y me hizo escoger una profesión acorde: soy fotoperiodista. Caminar, preguntar, meterme y explorar son la parte más importante de mi trabajo. Y mantenerme informado. Así fue que un día tomé mi cámara, compré un pasaje y me fui a recorrer algunas de las provincias argentinas más postergadas. Pasé 2 meses y medio visitando Tucumán, Salta, Jujuy, alguito de Chaco, alguito de Misiones y Corrientes. Volví con un disco rígido lleno de fotos y diversas historias para contar. Volví contento, con la certeza de haber visto lugares que apenas imaginaba, fuera de los límites de esa cancha mediática, tan diminuta pero tan inabarcable a la vez. Volví con el testimonio en primera persona de un Estado que vuelve a estar presente, allí donde hay mucho por hacer.

Mediados de enero. Ardía la tarde en Quilmes, pequeña localidad tucumana de población aborígen. La construcción más grande de todo el caserío es la escuela. En aquellos días permanecía cerrada a los alumnos, pero igualmente había una importante actividad en sus patios y galerías. A la izquierda del mástil, un grupo de hombres, a plena pala, construían una serie de aulas nuevas, para aumentar la capacidad de la escuela. A la derecha, ya habían levantado una nueva habitación para albergar más alumnos que residen en lugares remotos, y que viven en la escuela durante toda la semana.

Los recuerdos de esa escuela, lejana, pulcra y en buenas condiciones, con más aulas y más camas para más alumnos, me hizo reflexionar inmediatamente en ese título de Clarín en donde alertaron sobre la falta de espacio en las escuelas debido al alza de la matrícula que se produjo por la Asignación Universal por Hijo. Esa facilidad que tienen los editores de Clarín para transformar una buena noticia en algo preocupante. Sigamos.

A medio kilómetro de la escuela (difícil hablar de cuadras en pueblos como éste) encontré la salita de atención primaria. Modesta, algo carcomida su pintura y con problemas en el suministro de agua en los baños. Me atendió una enfermera, de lo más conversadora y amable, quién me explicó que la doctora solo visita el pueblo algunos días a la semana. Allí, obviamente, atienden cuestiones menores, y tienen, entre otras cosas, algunas dosis de corticoides para controlar urgencias relacionadas con picaduras de alimañas venenosas. Hay muchas y son repugnantes. Toda una pared de la salita está tapizada con afiches y sus correspondientes fotografías.

Hice la visita a la escuela de Quilmes y su salita sanitaria en la mala hora. No por vagos los habitantes de estas tierras calientes permanecen al reparo del sol desde el mediodía hasta las 5 de la tarde. Quema Tucumán, con una impiadosa capacidad de hacer daño. Esa misma noche levanté fiebre y un alucinante dolor de garganta. Dos días después tuve la obligación de visitar el hospital más cercano a Quilmes, ubicado en la localidad de Amaicha del Valle, distante a unos 30 kilómetros.

También en el hospital estaban con obras de ampliación. Nuevas salas de internación, entre otras cosas, y una flamante ambulancia en la puerta. Yo llegué sin habla, casi arrastrándome. Me aplicaron una inyección con dos drogas, y me fui con una larga receta de medicamentos para continuar con el tratamiento. La atención fue eficiente, sin esperas ni bonos contribución, muy profesional en todos los aspectos. Por la tarde hablaba y comía casi normalmente. Desde aquí mi agradecimiento al médico y a la enfermera que me atendieron tan bien.

Semanas después tendría la posibilidad de toparme con la primera de varias de las escuelas del programa “700 nuevas escuelas”. En Purmamarca, provincia de Jujuy, al pie del Cerro de 7 Colores, tal vez sea esta la escuela más linda que jamás haya visto. Moderna y amplia, con grandes ventanales y una hermosa construcción con detalles en piedra, que armonizan con el paisaje del lugar. El mapa de la Argentina en bajorrelieve expuesto en la entrada, un detalle característico de este programa federal de construcción de escuelas. Una pena que estuviera cerrada todavía. Me hubiera gustado darle una mirada por dentro.

Fue también de Purmamarca de donde traigo la anécdota de la Asignación Universal por Hijo. En un ciber, junto a mi computadora, un pibe ayudaba a su madre a ingresar la información requerida para comenzar a cobrar la asignación. En el NOA, por pared que miraras, en hospitales, escuelas, dependencias municipales, por todos lados se encuentran los afiches con las instrucciones para realizar los trámites para acceder al beneficio.

Un poco más al norte, en la provincia de Salta, la localidad de Iruya, atravesada por el río homónimo, festejó la inauguración del puente peatonal que comunica las dos orillas del pueblo. Un año antes, cuando no existía la obra, tuve que cruzar el río a pie, al igual que los cientos de habitantes que todos los días deben movilizarse de un lado a otro del pueblo. Era normal que por las crecidas del río, esta gente permaneciera incomunicada y los pibes perdieran días de clase, a la espera de que el río volviera a su caudal normal.

No solo el puente encontré de nuevo en Iruya. También está en construcción un nuevo hospital, mejor preparado para atender a varias pequeñas comunidades despedrigadas por las montañas de los alrededores.

Me llegué a una de estas comunidades, de nombre San Isidro, de 300 habitantes. Se accede únicamente a pie, o en mula, atravesando ríos y montañas. Distante 3 horas de Iruya, colgando de los cerros y prácticamente aislada de todo, recién desde diciembre de 2009 posee luz eléctrica. Hay escuela primaria, jardín de infantes y sala de atención primaria. No hay comisaría.

Tuve la posibilidad de sentarme a la mesa con el director de la escuela y compartir con él el mismo almuerzo que les sirven a los 70 alumnos, todos los días. Me contó que, tanto él como algunos de los maestros que concurren a esa escuela, son originarios de localidades más o menos distantes de San Isidro. Es por eso que el Estado les alquila habitaciones cercanas a la escuela para ocupar de lunes a viernes. Los sábados regresan a sus pueblos de origen, con sus familias, hasta el domingo, cuando les toca volver a San Isidro para empezar el lunes nuevamente con las clases. Algo similar ocurre con el profesor de educación fisica, a quién conocí en el camino. Venía cansado de casi 4 horas de caminata, con su mochila a cuestas. Regresaba a Iruya desde el paraje de San Juan, más inaccesible y remoto que San Isidro. Había permanecido allí por una semana, dando sus clases. Cada semana le toca dar clases en una escuela diferente de los 5 poblados que integran el departamento de Iruya. Durante la semana vive en las escuelas y se desplaza de una a otra a pie.

La dedicación, el esfuerzo y la pasión que le ponen estos maestros a su tarea solo se comprende estando allá, conversando con ellos, viendo lo que hacen y como lo hacen. No tengo mejor forma de expresarlo en palabras.

Permanecí por algunas horas en la escuela de San Isidro, un edificio de construcción simple y paredes celestes. Tal vez sea este pueblo uno de los lugares adonde esperaba encontrar con mayor crudeza el recordado panorama del olvido, del estado ausente, de la marginalidad. Observé con atención a los alumnos, a los maestros, al personal auxiliar. Visité la sala de atención primaria, conversé con los habitantes, dormí en casa de ellos, comí su comida. Ví gente comprometida con su pueblo, con sus hijos, gente que ha recobrado su dignidad y que, a pesar de su modestia y la simpleza de su estilo de vida, comen, se educan y reciben atención médica de un Estado que se vuelve a poner a su servicio. Allí adonde la iniciativa privada no encuentra su nicho de mercado, adonde no hay márgenes de ganancia, allí es donde el estado invierte los recursos que algunos todavía insisten en llamar “gasto social”

Ví escuelas, hospitales, ambulancias nuevas. Vi infraestructura vial, barrios de viviendas, centros integradores y todo tipo de obras menores como asfaltos y cunetas. El Estado Nacional y los estados provinciales trabajando juntos para llevar dignidad a los lugares postergados, allí donde las cámaras y los micrófonos solo llegan cuando hay una tragedia.

En momentos en que se discute tanto y se critica todo, creo que es mejor apagar la tele un rato para ver la realidad en primera persona.

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8 comentarios:

Unknown dijo...

"Volví con el testimonio en primera persona de un Estado que vuelve a estar presente, allí donde hay mucho por hacer"

Gracias por compartirlo! Tu primera persona se convierte en muchas personas que conocemos esta realidad.

Saludines,
Marie

MATHA BURROUGHS dijo...

¡Qué buenas fotos! Linda gente, lindos lugares.

matilda dijo...

relato completo. q buen laburo! gracias x compartirlo

MarianoMundo dijo...

gracias por los comentarios, y gracias Emo!

Anónimo dijo...

Excelente Iñiguez!!

matías dijo...

Que buen post, che.
Gracias Mariano!

keki dijo...

Mariano, muy buena crónica. Y que decir de las fotos... Segui así.
Aparte esribís bien loco, te lo digo yo que se un tocazo. jajaj

El norte es hermoso, por esto, por los paisajes, por la gente...Viva jujuy y su Quebrada Mierdas!!!!

MiTucuman dijo...

¡¡¡MUY BUENO!!!! Gracias por compartir los que ves, sentís, pensas, las fotos... todo... ¿sabes qué? pienso mucho en eso... en que ellos tienen en abundancia lo que realmente importa… (sin olvidar que por la naturaleza misma del ser humano hay de todo en todas partes)