Estoy armando la mochila una vez más.
Vuelvo en 2 semanas.
Mientras tanto:
"... hemos asistido y continuamos asistiendo a una revolución tecnológica trascendente: la comunicacional. Esta revolución no es “represiva”. No quiere eliminar nuestros cuerpos. Sólo nos pide entrar en nuestras almas, aprisionarlas e instalarse ahí. Sólo nos pide que la verdad sea para nosotros –siempre– lo que ella dice. Sólo nos pide que pensemos como ellos piensan. Que odiemos a quienes ellos odian. Que nos divierta lo que ellos quieren y nos dan para que lo haga. (Esencialmente basura.) Que creamos en lo que sus escribas escriben. En lo que sus pensadores piensan. Que no se los toque. Que no se los inquiete. (...) Hay algo que los asombra. En un país del sur, un gobierno proveniente de un partido de raíz popular se ha tomado el extremo atrevimiento de desmontar (si lo prefieren: de deconstruir, ¿no suena interesante?) a un monopolio de alto poder y larga y fiel trayectoria a las causas de Occidente. La situación es novedosa. ¿Cómo se atreven?"
De "Los megaimperios mediáticos" de José Pablo Feinmann. Página 12 de hoy.
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