En la estación donde confrontaron esos dos modos de hacer la Patria; el represor y asesino por un lado, el de las luchas y el compromiso social por el otro; donde el repudio a las balas y el garrote se sube al tren del respeto por la vida y comparte asiento con el alimento putrefacto de los sectores sociales más rancios: el prejuicio, el desprecio, la ignorancia, la avaricia, la maldad.
Darío y Maxi fueron ese tren que chocó contra una estación, sólida en apariencia, agrietada e inestable en sus bases y estructura.
Los recordados, los homenajeados, los inspiradores frente a ese comisario Franchiotti, sus cómplices, los autores intelectuales, el cabezón del 6%, el infame Avellaneda, todos ellos la personificación de esa estación que se vino abajo con el impacto del tren. Sobre sus escombros, hoy se levanta la Estación Darío y Maxi.
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