Llegar al Cabo no es fácil - me dice una boca llena de blancos dientes junto a unos ojos que parecen verlo todo y más allá también.
Quiero ir y no me importa que tenga que cruzar el océano a nado - responde un hipotético yo, canchereando como buen argentino.
Tres etapas para el viaje al Cabo de la Vela. Un autobús a Rioacha, ciudad que las letras de García Marquez me hicieron creer más bella pero así de calurosa. Rápido, conseguir un taxi-colectivo hasta Uribia, corazón de la culura Wayúu o Guajira. Ciudad de mercaderes, tenderos y contrabandistas, aplastada por el sol y perfumada por las más variadas mercaderías. Pequeña ciudad de trasbordo, de traspaso socio-temporal. Un plano diferencial de realidad se cruza en Uribia, como quien cambia de un cine en blanco y negro a uno en 3D. Por fin, en Uribia, si se tiene la suerte de llegar antes del mediodía, uno encontrará la camioneta adecuada donde montarse por tres horas más de viaje de marcha atrás en el tiempo.
Cabo de la Vela es, ante todo, un poco el pasado viviendo en un plano de presente que uno pronto añora, tal vez por los recuerdos que todavía subsisten, inconcientes, guardados en la memoria que cargamos como genética cultural de la humanidad. Es la génesis de la vida en sociedad, rutinaria y elemental, girando sobre su propio eje, ahí donde se acaba Sudamérica, pero arriba.
Tiene el Cabo el mejor atardecer del mundo. Eso dicen.
Van fotos en partes.
Parte 1: Llegar
Parte 2: el Cabo
Parte 3: Capitán Peligro
Parte 4: Ellos
Parte 5: Volver
1 comentario:
Qué buenas fotos! magníficos lugares, que playas!!!!!!!! ADB
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