
Existe todo tipo de gente.
Están los que se dedican a joderle la vida a otros, y están los que quieren ayudar.
Están los que tienen mucho, la libertad incluída, y están los que ni siquiera eso.
Hay gente que no sabe qué cuerno hacer con la libertad, y están los que la pierden y terminan encanados. Y, también, están los que usan su libertad para ayudar a los que la han perdido, para que éstos tengan algo más cuando la recuperen, o al menos algo para que se lleven además que la exacerbación de una rutina y la hostilidad de un ambiente adonde se respira violencia.



Conozco poco a las chicas que cumplen condena en la Unidad 46 del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). Apenas las visité una vez, convocado por
Adrián Pérez para una
nota periodística acerca de un taller de teatro que Carolina y Mercedes montaron a pulmón dentro de la Unidad.
El recibimiento fue cálido, y con el correr de las horas, las chicas comenzaron a ceder a la necesidad de hablar y compartir aunque sea un mate con algún desconocido.


Se piden siempre muchas cosas para castigar a los que inflingen la ley. Creo que a veces se vuelve necesario también escucharlos un poco. Darles la oportunidad de expresarse, de generar las condiciones para que no vuelvan.


Hoy murieron ochenta y pico de presos en Chile.
Me parece oportuno publicar alguna de las fotos de la U46 en este pequeño espacio.
Como Caro y Mecha, como todas las chicas privadas de la libertad que se sumaron al taller de teatro, y me permitieron conocerlas apenitas, dar una mano, prestar la oreja, dar a conocer lo que se puede hacer por alguien que no por haberse equivocado alguna vez deja de ser una persona con derechos, me parece justo y necesario.
Derribar ciertos prejuicios creados alrededor de la figura del preso debe ser una prioridad, como para empezar a hablar de una reinserción en serio.