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Dos fotos dos, que resumen en buena medida algunos aspectos escenciales que tiene la disputa política iniciada por Hugo Moyano y Cristina Kirchner.
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En la estación

donde quedaron sepultados los sueños, los temores, los amores, pero no las convicciones de estos dos jóvenes suburbanos, subsistentes, subestimados, súbitamente asesinados por la maldita policía duhaldista.
En la estación donde confrontaron esos dos modos de hacer la Patria; el represor y asesino por un lado, el de las luchas y el compromiso social por el otro; donde el repudio a las balas y el garrote se sube al tren del respeto por la vida y comparte asiento con el alimento putrefacto de los sectores sociales más rancios: el prejuicio, el desprecio, la ignorancia, la avaricia, la maldad.
Darío y Maxi fueron ese tren que chocó contra una estación, sólida en apariencia, agrietada e inestable en sus bases y estructura.
Los recordados, los homenajeados, los inspiradores frente a ese comisario Franchiotti, sus cómplices, los autores intelectuales, el cabezón del 6%, el infame Avellaneda, todos ellos la personificación de esa estación que se vino abajo con el impacto del tren. Sobre sus escombros, hoy se levanta la Estación Darío y Maxi.


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Fúltbol para todos



Nunca le estaremos del todo agradecidos a Cristina por el Fútbol para Todos.
Eso pensaba mientras miraba esta foto, y me acuerdo de las ganas que tengo de que San Lorenzo descienda hoy, y se pase una buena temporada en la B.
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Las cosas del mundo

De golpe nos encontramos frente a una vida sin luz. Ultimamente, eso ocurre poco, salvo para aquellos vecinos de la ciudad que sufrieron cortes y salieron a hacer fuego en el medio de una avenida. Eso pasó hace poco.
Pero lo real es que cada vez son más inciertas las posibilidades de vivir una vida sin luz.
Yo estuve hace poco en unos cuantos lugares sin luz: un sitio en el Amazonas, otro sitio en Colombia, uno en el Uruguay y otro en Bolivia. Recuerdo uno más, donde la luz llegó hace poco, y estuve justo en el momento en el que empezaba a cambiar la vida de la gente. Para siempre. Este era de Argentina.
La luz, entonces, se ha convertido en parte escencial de nuestras vidas. Tal vez ya no nos demos cuenta, pero la la hiperconectividad eléctrica que hay en cualquier casa contemporánea no se había siquiera imaginado hace 30 o 40 años.
Mi casa, la que yo siempre voy a seguir llamando "mi casa", no fue diseñada para tamaño desafío. Y puedo intuir, cuando veo la proliferación de zapatillas que se venden en supermercados y ferreterías, que se trata de una realidad vigente en muchas casas del país.
En uno de los sitios que nombré, donde la (a esta altura ya no tengo que aclarar que cuando digo luz estoy diciendo electricidad, no?) no había llegado, me llamó poderosamente la atención todos los aparatos manuales que existen para hacer las mismas tareas que los eléctricos: taladros, balanzas, máquinas de cortar el pasto, fiambreras, bombeadores de agua, y hasta heladeras, todos instrumentos que solucionan problemas concretos de la vida de la gente sin luz.
Ayer estuve sin luz. Por un corte que duró unas cuantas horas. De hecho, me fui a dormir sin luz pero cuando me desperté ya había de nuevo. Y le presté atención a la gente que me rodeaba, que estaba padeciendo la misma situación: mis vecinos y vecinas. Toda esa rutina de siempre cambió. Nos dimos a la conversación, larga y sin tiempo. Los televisores, después de mucho tiempo encendidos a la vez en un mismo horario, ya no sonaban, y solo uno intentó cubrir el silencio de una casa apagada con una radio a pila. No podíamos soportar nuestras ruidosas vidas sin el insesante repiqueteo de una televisor, y entonces tejimos estrategias perimidas hasta entonces. Todos nos reunimos en un lugar neutral de la casa, y nos pusimos a hablar. De las cosas más absurdas, de viejos recuerdos, de la luz.
Y recordé una foto, hecha hace unos cuantos años en Tucumán. Era el medio del monte, una casa que no se venía abajo solo porque ahí llueve poco y dios es grande. Había solo una lamparita de bajo consumo, y un fuego que mantenía caliente la pava de donde este hombre servía mate para todos. Reinaba el silencio más profundo, glacial. La luz, así como yo y casi todos nosotros la entendemos, era una cosa lejana, incomprensible para este señor.




Ayer me cortaron la luz. Ya cuando la extraña conversación había terminado, bajo la luz de una vela y con la asistencia de la batería de esta computadora, me puse a elegir algunas fotos que serán parte de esta nueva serie: las cosas del mundo. Las que me maravillaron, gustaron, hicieron pensar, impactaron o molestaron. Esta es la primera.
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